La fiesta, como fenómeno insertado en la realidad humana, es, desde hace tiempo, objeto de estudio de diferentes especialistas, ya sean historiadores, sociólogos, etnólogos, antropólogos o economistas. Verdadero testimonio de la realidad social y mental de la colectividad que la protagoniza, nos marca los momentos más importantes de su vida, traduce sus creencias mediante el cumplimiento de ritos, refleja, finalmente, la organización político–social imperante en cada momento histórico.
Centrándonos en la fiesta de tipo religiosa, hay que decir que toda comunidad humana posee un cuerpo de creencias que regula la relación individual y social con la Divinidad. La fiesta religiosa se centra en la devoción, elemento piadoso que recoge todas las inquietudes espirituales de los hombres y que se revela públicamente a través de actos y festejos, donde lo religioso y lo profano se mezclan íntimamente.
La religión de la Cruz es el Cristianismo, pero no siempre ni desde el principio se dio culto a la Cruz. En los primeros siglos cristianos, no se veneró ni Cruz ni Crucificado, porque la doble naturaleza de Cristo –la divina y la humana– aún no estaba propiamente formulada. Esa definición teológica de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, vendría más tarde, pasados los siglos, después de celebrarse varios concilios y discusiones teológicas.
Desde mediados del siglo VI a finales del siglo X, se multiplican los crucificados vivos en detrimento de la representación de la Cruz desnuda, y será a partir del siglo XI cuando los crucificados muertos predominen, sin olvidar ya a la cruz. En el siglo XIII, el Crucificado muerto adoptará cambios iconográficos –producto de una sensibilidad religiosa avivada por los franciscanos–, mostrando la pasión con toda su crudeza, con objeto de conmover a los fieles e inspirar compasión.
Pero el arranque del culto a la Cruz hemos de colocarlo en la inventio Crucis, en el hallazgo de la verdadera Cruz, atribuida a santa Elena, madre de Constantino el Grande, hecho que se produciría, según el Breviario, en el 327, durante su peregrinación a Tierra Santa. Se cuenta que la Santa hizo derribar un templo pagano construido sobre el Calvario y erigir en su lugar una suntuosa basílica, donde al parecer, durante las obras, aparecieron tres cruces, una de las cuales era la de Jesús, porque aplicada a una enferma, sanó milagrosamente.
Otra cuestión es la relativa a la leyenda y a las dos fiestas celebradas en honor a la Cruz: la Invención de la Cruz, 3 de mayo, y la Exaltación de la Cruz, 14 de septiembre. Los títulos de ambas fiestas están invertidos, en cuanto que parece cierto que la invención tuvo lugar el 14 de septiembre, y la recuperación del fragmento de la Cruz, un 3 de mayo del año 635, en una victoria sobre los persas, en la que el emperador Heraclio recupera la reliquia que había sido sustraída de Jerusalén. Esa inversión fue tolerada por la liturgia latina.
Instaurada la fiesta del 3 de mayo, en todo el orbe cristiano se produce una eclosión de fe hacia la Santa Cruz, desarrollándose una auténtica religiosa cupiditas. El deseo de adquirir un trozo de la verdadera Cruz está documentado en infinidad de textos de los siglos IV, V y VI. A España debió llegar la reliquia a mediados del siglo VI. Nos referimos a la conservada en el monasterio de santo Toribio de Liébana, que es la reliquia más grande y antigua de la Santa Cruz existente en nuestro país.
Los antecedentes históricos de la Hermandad de la Vera+Cruz de Tocina, no pueden ser razonados sin tasar los orígenes del culto a la Cruz, y el desarrollo en España, desde el siglo XII, de un tipo de cofradías de la Santa Vera Cruz, distinto del que florecería muy a fines del Medievo y comienzos del Quinientos, y que dio paso a congregaciones de pasión o de sangre. Tampoco podemos obviar la influencia franciscana que recibiría Tocina, bien de manera directa, y a través de frailes de cualquier convento o monasterio cercano, o simplemente, siguiendo la práctica de otras fundaciones cruceras de la zona.
De acuerdo con la teoría del historiador Manuel García Quilis (q.e.p.d.), hermano de la corporación, es posible que la Hermandad de la Vera+Cruz, surgida como hermandad de penitencia en la primera mitad del XVI, fuese la evolución de una antigua congregación de corte medieval que daba culto al Sagrado Madero y celebraba la Invención de la Cruz cada tres de mayo, y el Verbo Divino, cada veinticinco de marzo, y que tenía por titular a un crucificado llamado De la Oliva, que luego tomaría la advocación de la Vera+Cruz.
Sin poder precisar esta hipótesis, sabemos que un documento cita literalmente al Cristo de la Oliva, luego cabe la posibilidad de que García Quilis estuviese en lo cierto, y que la citada congregación de gloria cambiara la advocación de su crucificado titular y adoptara carácter pasionario, o bien, que este cristo y su hermandad no tuvieran nada que ver con los orígenes fundacionales de nuestra Hermandad, y que desaparecieran hace mucho tiempo sin dejar huella escrita.
Según José Sánchez Herrero, profesor de la Hispalense, la cofradía religiosa moderna se remonta a principios del siglo dieciséis, que es cuando surge la especialización de ánimas, sacramental o penitencial. Y en el mundo de las de penitencia, parece ser que las veracruces fueron las primeras.
Sin desdeñar cualquier hipótesis acerca de los comienzos de la Hermandad, sí estamos de acuerdo al afirmar que la Vera+Cruz de Tocina, como hermandad de carácter penitencial, fue erigida en la primera mitad del siglo XVI. Así se deduce de varias fuentes escritas de la época, aunque, hasta el momento, se desconozca la fecha exacta de su fundación.
Datos reveladores son las primeras mandas pías que hacen referencia a la Hermandad. Clausuladas en diferentes testamentos en 1558, la Hermandad aparece como beneficiaria de las mismas. Éstas no sólo evidencian una acreditada devoción a una imagen de Cristo bajo la advocación de la Vera+Cruz, sino que revelan que la corporación estaba ya asentada en la vida de la feligresía; que contaba con una indudable trayectoria y que, por ende, su erección debió de producirse con bastante anterioridad. Por otro lado, sabemos que estaba provista de ermita propia en 1553, muestra más que suficiente de la pujanza de la Hermandad.
Conocido es el fervor que esta Hermandad y el pueblo de Tocina profesan a la venerada Imagen del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz. A las claras, el Señor, como gusta llamarle, es la devoción más honda y propia de los tocinenses, “que de inmemorial se lleva las atenciones y devociones especialísimas de este pueblo y su cofradía”, como ya puso de manifiesto el cura prior de Tocina, frey Alonso de Lerena y Martínez, a finales del dieciocho en sus respuestas al cuestionario requerido por el geógrafo de los dominios de S.M. El Rey. Manifestación de ese amor es el culto ininterrumpido que se le viene ofreciendo desde hace siglos.
Los actos de piedad que habitualmente consagraba la Hermandad de la Vera+Cruz en el Antiguo Régimen, período que en parte bien han estudiado Antonio Lería y José María Carmona, se sintetizaban en funerales y misas de difuntos, oficios religiosos dedicados al Crucificado titular –o a la Virgen de la Encarnación, que ostentaba la cotitularidad–, en la celebración anual de las festividades de la Encarnación del Verbo Divino, en veinticinco de marzo, y la Invención de la Santa Cruz, en tres de mayo y, la estación de penitencia de semana santa, que tenía lugar en la tarde del Jueves Santo, acto principal y la razón de ser de la Hermandad. Sobra decir que, con el paso del tiempo, los cultos de la Hermandad han variado en forma que no en fondo, amén de otros de nuevo establecimiento, producto de la fusión con la Hermandad de la Soledad y de la incorporación de otros titulares a mediados del siglo XX.
La fiesta religiosa que anualmente se celebra en Tocina con carácter propio, materia de este trabajo, es la Función del Señor. Esta fiesta, que tiene su día grande el 14 de septiembre, se centra en la devoción ancestral al Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, y se hace pública a través de una serie de actos culturales, cívicos y sobre todo, religiosos, en los que todo el pueblo participa. Sus raíces se hallan en la antiquísima fiesta de la Invención de la Santa Cruz, que la Hermandad vino celebrando desde sus comienzos hasta fines del siglo XIX, momento en el que al parecer, y según García Quilis, es trasladada al mes de septiembre, concretamente a la festividad litúrgica de la Exaltación de la Santa Cruz, produciéndose también un cambio de nomenclatura en su denominación, quedando como hoy se conoce. Por seguro que además se modificó la forma de los festejos.
Consta en los preceptos de la visita eclesiástica efectuada en la Parroquia de San Vicente Mártir en 1716, junto a otras disposiciones que estableció el visitador designado a fin de corregir los defectos generales apreciados en la feligresía, la prohibición de los bailes particulares que organizaba el vecindario con motivo de la fiesta de la Invención de la Cruz, en los que “se emplean noches y días enteros”. Este dato ofrece claro testimonio que la Invención de la Cruz era una fiesta señalada para el pueblo, y que los vecinos la celebraban a lo largo de varias jornadas.
El salto de fecha que antes indicábamos, producido a finales del XIX, hay que enmarcarlo dentro de un contexto de cambio para la iglesia local. La villa de Tocina, que instituida como Encomienda, había sido señorío de la orden hospitalaria y militar de san Juan de Jerusalén o de Malta desde tiempos de la Reconquista, cambia de estado jurisdiccional. Su única parroquia, la de san Vicente mártir, dependía de la propia Orden, quien en el campo espiritual y temporal, y a través de un Comendador, ejercía autoridad propia, independiente de la mitra hispalense, hasta que, en 1866, fue agregada a la jurisdicción ordinaria del Arzobispado de Sevilla. No resulta extraño que desde Sevilla, algunos aspectos de naturaleza religiosa se modificaran y se acomodaran a la práctica oficial, y que algunos cultos locales sufrieran ligeros cambios e introdujeran variantes influenciados por los nuevos aires que llegaban de la capital.
Tampoco debemos dejar de lado las circunstancias económicas del pueblo. Tocina era eminentemente agrícola, y septiembre, puede que fuese un mes más adecuado con respecto a mayo para celebrar la fiesta, cuando quizás, las labores agrícolas eran menos intensas. De hecho, la feria que se dedicaba a los cuatro santos patronos, tenía lugar en torno al día cuatro de este mes.
Por otro lado, se ha de referenciar que el siglo XIX, tan convulso por causas políticas y sociales, fue de florecimiento devocional. En 1800 el pueblo atribuyó al Cristo de la Vera+Cruz su liberación de la terrible epidemia de fiebre amarilla, hecho que avivaría sin duda el culto al Crucificado, y que años más tarde, en 1827, dos obispos auxiliares de la Iglesia de Sevilla, reconocerían concediendo indulgencias a los devotos.
Este realce devocional también se daría en la segunda mitad de la centuria decimonónica, motivo que obligaría a don Manuel García Giménez, prior de san Vicente mártir, a redactar una novena en 1863 dedicada a la bendita imagen. Pero este apogeo devocional, aventado por el pueblo, se estaría produciendo ante una Hermandad debilitada a causa de los acontecimientos políticos, la desgana cofradiera y otros avatares; una Hermandad que vivía en una situación de aparente inexistencia, postración que se subsanaría con la reorganización del Instituto en 1924.
Trasladada la celebración a septiembre, a la festividad litúrgica de la Exaltación de la Santa Cruz, como antes indicábamos, el cambio cuajaría con la instauración de una jornada festiva: el 14 de septiembre.
La bonanza de los años veinte, en la centuria pasada, contribuiría, como en muchos otros pueblos, a pesar de las carestías, al engrandecimiento de esa jornada festiva, coyuntura que se vería reforzada igualmente con la mencionada restauración de la Hermandad, cuya erección adquiere rango canónico con la aprobación de nuevas reglas en 1929.
Las reglas que confirmó la Autoridad Eclesiástica, se terminaron de redactar en abril de 1925. En el capítulo primero del borrador de las mismas, se expresaba que “se celebrará (…) todos los años, y con la mayor solemnidad posible, un Quinario que comenzará el día 9 para terminar el día 13 de Septiembre, y el día 14, en que la Iglesia nuestra madre, celebra la Exaltación de la Santa Cruz, fiesta de esta Hermandad, habrá Misa cantada con manifiesto y a ser posible, Sermón Panegírico, y en ese día recibirán la Sagrada Comunión (…) Siguiendo esta Hermandad su tradicional y loable práctica, traerá su sagrada Imagen a la Iglesia Parroquial el día seis de Septiembre para hacer el Quinario y Función”. Pero el decreto del Ilmo. Sr. Vicario General del Arzobispado de Sevilla, por las que fueron aprobadas, disponía no obstante que, dicho quinario y función de iglesia se consagraran mejor en tiempo de cuaresma, y que el día 14 de septiembre, oficiara la Hermandad una “Misa cantada en el altar del Santo Cristo, sito en la capilla de la Soledad”. Evidentemente, la Hermandad a partir de 1929 comenzó a regirse en base a esas reglas, acatándolas para su buen régimen y gobierno, y poniendo en práctica todos sus principios.
Deberíamos de preguntarnos, por qué el proyecto estatutario que elevó la Hermandad para su aprobación, concebía como culto anual principal en honor al Cristo de la Vera+Cruz, el quinario y la función de septiembre en torno a la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, sin hacer mención a algún tipo de culto cuaresmal. Casi con seguridad, los señores protagonistas de la redacción –los mismos que propiciaron que la Hermandad resurgiera– quisieron interpretar los hábitos y costumbres fijados con los años. Y es en esta conjetura donde podemos advertir que el 14 de septiembre ya se celebraba en Tocina por aquella época. Además, llama nuestra atención que, la propuesta reglamentaria que en principio se hace en cuanto a los días de quinario de septiembre, coincida con la práctica actual. Lo incuestionable en todo esto es que el día de la Exaltación de la Santa Cruz se viene celebrando en Tocina, como poco, desde los albores del siglo XX.
Respecto a la procesión, tal y como hoy la conocemos, es posible que en un principio no se efectuara, aunque la sagrada imagen fuese trasladada desde la ermita a la iglesia parroquial para recibir los cultos.
Volviendo atrás en el texto, la junta de señores que administró e impulsó la corporación crucera en aquellos años de renovado espíritu cofrade, estuvo encabezada por D. Daniel Naranjo Rodríguez. Esta junta de gobierno, testigo mudo de dos etapas agitadas –la II República y la Guerra Civil españolas–, fue el órgano de gobierno de la Hermandad, prolongándose casi invariable hasta 1942, cuando la junta se ve remodelada, dando paso al sistema de renovación que llega hasta nuestros días.
En su devenir histórico, la Hermandad, pese a tener carácter popular –el Cristo y su fama milagrera convocaba al pueblo–, siempre estuvo controlada por la oligarquía local, que era la que ocupaba los cargos de la mesa de gobierno de la misma. La documentación existente, así lo confirma. En el siglo XX, también se mantiene esta constante, sobre todo en los cargos directivos principales. De este modo, es habitual observar miembros oficiales de junta pertenecientes a la órbita del poder local: alcaldes, concejales, médicos, farmacéuticos, abogados, industriales, grandes propietarios, etc. Esta circunstancia también es un factor a tener en cuenta en el desarrollo que la Función del Señor va a experimentar a lo largo de pasado siglo. Las influencias de esas personas cabezas del populo, activaban todo el entramado de la fiesta.
Dentro de las terribles consecuencias que trajo la Guerra Civil Española, debemos mencionar la pérdida de la sagrada imagen titular, reemplazada en 1937 por otra de nueva factura con aspecto similar, que el pueblo, a su llegada la “recibió con gran alborozo, vítores y aclamaciones, y muchos, postrados de rodillas, le adoraban y vitoreaban con gran fé y entusiasmo. Dentro del Templo parroquial y a presencia de la Junta de Gobierno, del Sr. Cura Párroco y de las autoridades locales, tanto militares como civiles, que espontáneamente acudieron, desfilaron multitud de personas para conocer, adorar y venerar tan bella escultura; desfile que duró unas tres horas”.
Tal vez, pasada la Guerra Civil española, el 14 de septiembre, o si se prefiere, la Función del Señor, comenzaría a desarrollarse, convirtiéndose en la fiesta mayor del verano, que después de la feria dedicada a los Cuatro Santos, y como si se tratase de una fiesta patronal, daba cierre a los meses de estío con una serie de actos y festejos sociales, culturales y, sobre todo, religiosos, anunciados con bastante pólvora y música.
La afección mutua de la Iglesia con el nuevo régimen establecido tras la guerra, aportaría sin duda un extraordinario impulso a las fiestas religiosas de todo el país. El nacional–catolicismo de este período propiciaría a dar un mayor realce a las fiestas del Señor, que se proyectaron a nivel local con todo el boato religioso y civil de la época. De hecho, no sólo el gobierno de la Hermandad, sus hermanos y el vecindario en general, se encargaban obviamente de la celebración de la Función del Señor. El Cabildo Municipal, por su parte, como aún lo sigue haciendo, también contribuía con la fiesta. Así, constan en los libros de actas capitulares del Ayuntamiento, las contribuciones económicas que se realizaban para sufragar los gastos que originaban los festejos: alumbrados extraordinarios, contratación de bandas de música, instalación de plazas de toros portátiles, exorno de calles con banderas y gallardetes, negociación de comparsas de gigantes y cabezudos, copas de vino español, etc.
Un díptico conservado de 1944, editado por el Ayuntamiento, en el que se detalla el programa oficial de festejos con motivo de la Feria de septiembre, durante los días 4, 5 y 6, reserva un espacio para anunciar el día 14: “El día 14 de Septiembre tendrá lugar en honor del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, solemne función religiosa y grandes festejos populares. Este día lucirá la misma iluminación y exorno que durante los tres días de feria. Función de Fuegos Artificiales; renombradas Bandas de música de la capital, las cuales amenizarán todos los actos y darán grandes conciertos en el paseo público.”
En 1948, los señores gestores del Ayuntamiento, acuerdan unificar, “para mayor esplendor y realce a tan devota festividad”, la Función del Señor “con las ferias y fiestas que anualmente vienen celebrándose los días 4, 5 y 6 de septbre. y sin perjuicio de que la función Religiosa en honor de los cuatro Santos, Teodoro, Juliano, Amiano y Osceano se celebre como en años anteriores”, estipulando “trasladar las ferias y fiestas populares para que tengan lugar los días 14, 15, 16 y 17 del actual digo del próximo mes de septiembre del corriente año y en los sucesivos mientras no se acuerde lo contrario y que este acuerdo se haga público en los periódicos de la provincia para general conocimiento y en los sitios de costumbre de la localidad”.
En 1964, la Corporación Municipal consideraba que “la única fiesta religiosa que se celebra en esta villa con el debido esplendor es la Exaltación de la Santa Cruz –14 de Septiembre de cada año–”. Al año siguiente, en 1965, el Ayuntamiento organiza un homenaje a la Guardia Civil, y lo hace coincidir con “las tradicionales fiestas del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz”.
También en octubre de 1966, el Ayuntamiento organiza una serie de actos oficiales con motivo de la visita de los excelentísimos señores Director General de la Guardia Civil; General Jefe de la II Región Militar; Gobernador Civil; General Subdirector de la Guardia Civil; Teniente General Cuesta Monereo; Generales de la Guardia Civil, señores Cano y Luengo; Coronel señor Sánchez Alcaide; Presidente de la Excma. Diputación Provincial; Tenientes Coroneles Jefes de las Comandancias de la Guardia Civil, entre otras personalidades. Esta vez no coincide con la Función del Señor, pero la Hermandad aprovecha la copa de vino español que brinda el Ayuntamiento a las autoridades para ofrecerle al Director de la Guardia Civil, don Ángel Ramírez de Cartagena y Marcaida, el cargo de hermano mayor honorario en calidad de perpetuo a todas las fuerzas del Benemérito Cuerpo, proposición que luego se formularía por escrito y que sería aceptada por la Dirección General en enero del año siguiente.
En 28 de junio de 1967, el señor Ramírez de Cartagena y Marcaida, de nuevo visitaría Tocina, esta vez para jurar el cargo en nombre del Cuerpo, en el transcurso de unos actos oficiales celebrados en el paseo, para los cuales, la Hermandad instala un altar con la imagen del Stmo. Cristo de la Vera+Cruz, debajo del popular arco de Santa Cruz.
Este patronato que la Hermandad contrae con la Benemérita, asimismo favorecerá a la propia imagen de la corporación crucera y de la fiesta. Precisamente, durante muchos años, las bandas de música para la jornada del 14, corrieron a cargo del Cuerpo, que disponía incluso hasta la caballería. En las presidencias que la Hermandad formaba para los cultos y la procesión de septiembre, con frecuencia, junto a los miembros de la junta de gobierno, figuraban mandos de la Guardia Civil. Todavía hoy, el Cuerpo está presente en los actos principales de la Función del Señor.
La declaración de la Función del Señor como fiesta local se produce en 1967, cuando la Corporación Municipal “acuerda declarar fiesta Local a efectos laborales el día 14 de Septiembre de cada año, fecha en que se celebran las tradicionales fiestas en honor del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz”.
Se entendía y se entiende como la fiesta del pueblo; la fiesta particular de Tocina, que sirve de reclamo a propios y a extraños.